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LUNARTE

viernes, abril 06, 2007

El son del gay Saber
La primera vez que Rafael Alberti vio a Antonio Machado, este se le acercó como «una alma enfundada en sí», oscuro y enorme cual un álamo de luto que el milagro de la poesía hubiese echado a andar por la calle del Cisne, de Madrid; mas lo extraño de este hombre que aquel día pareció sólo un vencido silencio de la sombra, fue que también supo declarar con alegre ironía:
Heme aquí ya,
profesor de lenguas vivas
(ayer maestro de gay-saber,
aprendiz de ruiseñor).
Sereno y jacobino, alto poeta de la consonancia y la justicia (que son lo mismo), Machado fue, en verdad, maestro de la poesía, la «gaya ciencia», el saber gozoso, cuyas dulces leyes de armonía pueden enseñar también que la equidad social es una rima de derechos. Antes de cumplir con su deber de decirnos una verdad (mejor aun, de inventarla), la poesía tiene que enseñarnos la proporción de músicas que hay en el idioma. Si no es ella, ¿quién nos dará la lección de esa armonía?
La poesía es la gaya ciencia donde el orden de los factores altera el producto.

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