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LUNARTE

domingo, marzo 11, 2007

Die große stille El gran silencio Todo vale en la medida que se lo trasciende, que se lo mira y escucha de otra forma. Y en esa mirada y en esa escucha, repetimos, radica la felicidad de la contemplación de Dios en las criaturas. Porque, dirá el monje anciano y ciego, todo es divino. Las mismas palabras que escribiera Theilard de Chardin en su Medio Divino. Recuperamos palabras del párrafo inicial: al gran misterio (lo divino) solamente se le corresponde con el gran silencio (la adoración). Y entonces, sólo entonces, comprendemos el significado de la cita del comienzo y del final: ni en el viento, ni en el huracán, ni en el fuego, porque Dios solamente está en el susurro. Ese cántico gregoriano, cual susurro, se alza desde la Cartuja de Grenoble hasta ese cielo con que se consuma el film. El silencio logra que el tiempo sea continuo, traspase los límites físicos de las horas, del día y de la noche de tal forma que me atrevo a decir que las horas en el convento son muchas más que las nuestras, parece que se hayan multiplicado. Me refiero, naturalmente, a ese tiempo interior mental que la voz, simplemente la sencilla voz, ya divide y corta en trocitos. La vida en el convento podríamos decir que es continua oración, continua búsqueda y no tiene en cuenta ni el día ni la noche, sólo la campana que invita a la oración. Ese es su reloj. Y detrás del silencio, la película nos muestra que el mundo continúa: nieva, llueve, sale el sol, caen las hojas. El ciclo vital sigue su curso. La filmación se detiene en los detalles fuera y dentro del convento: la contemplación del cielo, de los árboles cuando el viento agita sus hojas, del paisaje blanco y uniforme en invierno, de la lluvia incesante en primavera, del sol cuando penetra en el convento para provocar sus sombras. Detalles que unen la vida del convento con el mundo exterior. Un mundo que se nos muestra poético y que parece estar en sintonía con la soledad y el silencio del convento. Un mundo del que los monjes no puede sustraerse e, inevitablemente, ordenan su vida alrededor de él. Hace años Philip Groering quiso filmar esta película, los monjes le dijeron que era "demasiado pronto", "que quizás dentro de diez o quince años". Pasaron dieciséis años y entonces fueron ellos los que llamaron a Philip Groering y le dijeron que "había llegado la hora". Sin duda el tiempo transcurre allí a otra velocidad. De la mano del "Gran Silencio" los monjes se sumergen en una profundidad quizás desconocida para nosotros y que diríamos les permite "tocar" a Dios eterno, a Dios mismo. Eso es, al menos, lo que yo intuí en esas casi tres horas de película que hoy gracias a la paciencia llega hasta nosotros. http://www.karmafilms.es/html/elgransilencio.html

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