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LUNARTE

martes, diciembre 26, 2006

Un réquiem para el príncipe del olvido. Por: Esperanza Sànchez Gracia
En la fría habitación una impasible vela resplandece, en el lecho yace endeble un hombre agonizante. Débil del alma y abatido del cuerpo por el dolor que lo agobia, desfallecido continúa escribiendo incesablemente su manuscrito, su mirada brilla temerosa por que en sus pensamientos solo cabe una imagen aterradora, “la muerte” su propia muerte. Hace meses, conjetura que “camina junto a ella”, por las noches la espera, y cuando cierra sus ojos ritualmente lo posee hasta llevarlo a los confines de su inmortal reino. Pero solamente ha sido un mal sueño su pulso se aletarga cada vez mas, ya no tiene fuerza para continuar apoyando la pluma con su agónica mano, antes de terminar las últimas líneas de su manuscrito musical llama reiteradamente a su esposa Constanza, quien se muestra afligida, su rostro dibuja una mirada cristalina y dolorosa, la mujer avanza buscando sus manos, ella se inclina y le besa en la frente. Wolfal le dice la esposa -¿Dime que necesitas? - Ya casi sin sentido consigue susurrarle al oído unas cuantas palabras, su voz se oye como una angustiosa plegaria –Me han envenenado-balbuceo. Constanza sostiene las enclenques manos del hombre, sonriéndole. Una sensación de miedo y confusión la envolvió por lo que acaba de oír, –Constanza- le vuelve a llamar quejosamente, -¿Que ocurre Mozart? -¿Mozart?, ¿Quién es Mozart? ¡No soy Mozart! llámame Wolfi como me llamaba mi madre, pero dime ¿Dónde están los compañeros de toda una vida?, ¡llámalos Stanzi! apresúrate, que llevo un pesar que martiriza mi alma y debo confesarles ¡De prisa! , antes de que el hombre de gris regrese y me sorprenda sin haber completado el trabajo que me encomendó. De inmediato acudieron sus colegas y rodearon el lecho del músico que yacía exhausto con un fuerte dolor que irrumpía a cada rato su escritura, la fiebre se elevaba hasta el grado de hacerle perder la razón, delirando a ratos en algún lugar habitado por infernales visiones, ¡Es el! -grito- ¡Es el no lo ven!, esta vestido de terciopelo gris y trae consigo un espantoso cráneo que parece llamarme, ¡Viene por mi! Segundos después un halo de lucidez se asomo por sus dilatadas pupilas y comenzó a a vociferar ¡Compañeros de esta mi vida! , ¡Amadísimos hermanos! Les quiero confesar un temible secreto que me persigue, -Escuchen- señalo Mozart. Cuando tenia 5 años mi padre me obsequio un hermosísimo violín y desde aquel día se convertiría en mi devoto y fiel acompañante, a su lado compuse mi primera opera, hasta que una noche quede impresionado por los delicados sonidos y acordes del clavecín que mi hermana sutilmente ejecutaba, jamás pude deshacerme de su misteriosa influencia revelándoseme así la radiante luz de la Música , recorrí lejanos reinos y lujosos castillos ejecutando las más portentosas composiciones que ningún oído humano se habría imaginado, para ese entonces mi cerebro ya había madurado lo bastante bien para saber distinguir el bien que me hacia falta y el mal que ensombrecería toda mi vida, hasta que a punto de cumplir los 21 años y motivado por la idea de ser un músico reconocido y bien remunerado dentro de las cortes europeas marche a Mannheim, que por aquel entonces era la capital musical de Europa, Mi viaje no fue lo bastante alentador, la noche que llegue a las orillas de la ciudad, algo me parecía amenazador, recuerdo que la luna parecía una franja inmensa con tonos rojizos, el frió calaba cada uno de mis huesos y entonces decidí no continuar el camino, me hospede en una posada cercana a la ciudad , la noche era gélida, llovía fuertemente y de pronto todo el paisaje comenzó a cubrirse de una oscura y siniestra niebla que se extendía en los alrededores, la podía divisar a través de la ventana de mi habitación, sin embargo, no me pareció extraño aquel panorama, mis ojos no lograron conciliar el sueño , solo un pensamiento giraba en mi mente, llegar a la gran ciudad y ser el compositor de la corte. De pronto comencé a cantar las primeras notas de algo ininteligible que no sabía de donde provenían, los sonidos brotaban inefables, las notas tenían mucha fuerza y vitalidad pero no lograba entender por que entonaba esa pieza como surgida de aquella misteriosa niebla que acechaba mi ventana. Mozart se incorporo de su lecho, estrujando con más fuerza la pluma que sostenía tembloroso entre sus manos, -Stanzi quiero ver a mi apreciado discípulo Süsmayer- profirió Wolfgang, Franz que se encontraba aun lado de su maestro se acerco hasta su lecho donde reposaba agónico su maestro, -¿Dime Wolferi que deseas? -pregunto Süsmayer a lo que el maestro respondió: –Querido Franz -replico Mozart -Deseo que juntos me acompañen a pronunciar el “Lacrimosa”, los amigos que se encontraban en ese momento reunidos comenzaron a recitar los primeros versos. La naturaleza y la muerte se asombrarán cuando resuciten las criaturaspara responder ante el Juez. No terminaron de cantar los últimos versos, un estremecimiento recorrió toda su piel, de inmediato el cuarto se inundo de un nostálgico silencio. Franz se arrimo a su maestro y sujeto la pluma que estaba apunto de desplomarse al suelo. -Maestro –dijo Süsmayer ¿Que sucedió esa noche en aquella posada?, Wolfgang se reclino en el hombro de su discípulo a punto del paroxismo y exhalo su último aliento retomando su inquietante historia. -Cuando me percate de la misteriosa neblina sobre la ventana- profirió Mozart, alcancé a divisar por los desvencijados cristales, la mirada de un hombre que surgía a través de ella, un hombre alto, iba ataviado de un traje gris, y emitía un exótico olor a esencias tal vez provenientes de alguna tierra de oriente. El miedo fue tal, que sin titubear intente cerrar velozmente las cortinas, pero era demasiado tarde, la visión espectral que me vigilaba, se encontraba delante de mí. -Era el -musito Mozart, señalando una esquina sobre la pared como si la figura antagónica de la que hablaba estuviera ahí. Amadeus volvió a referirse al espectral personaje como un hombre de mirada misteriosa, considerablemente alto y de piel oscura, vestía un traje fino de seda de color gris olía a una rara esencia, toque que le confería un aire glamoroso, su voz parecía grave y pedante advertí que tenia una mirada entre mística y perversa. -Al principio- dijo Mozart, no percibí temor alguno, sin embargo cuando lo tuve frente a mi, sentí un inminente escalofrió, creí que la razón me abandonaba, estuve a punto de aproximarme hacia la puerta pero era demasiado tarde, el estaba junto a mi, y me dijo con un acento muy raro -¿Has visto a la reina de la noche? - ¿Reina de la noche? -le respondí azorado. No has visto que seductora luna se asoma esta noche, ven mírala, y sin poder pronunciar palabra alguna, me tomo del brazo y me invito a observar a través de la ventana. -La reina de la noche, es tan noble y temeraria- murmuro el forastero-y tiene un hijo “Es el príncipe del olvido”. - Quiero conocerlo Mozart- eres tú, el príncipe, a quien he venido a felicitar en vísperas de su cumpleaños número 21- susurro el misterioso hombre -¿Quién eres? -le dije pertinazmente. -No es el destinatario lo que importa, sino el mensaje que trae- replico el funesto hombre. -Te propongo algo -dijo moviendo de un lado a otro sus manos. Si tu no sigues interrogándome te diré cuál es el motivo principal de esta visita. Hoy cumples tu aniversario número 21 y quiero confiarte un encargo, la paga será eterna ¿Eterna? si, tu sabes a que me refiero, ¿No es lo que deseas?, ¡Te podrías imaginar cuantos ducados seria eso! -No tengo la menor idea señor- le respondí. Permanecí atónito ante semejante proposición, el temor había desaparecido, pero yo seguía contemplando su mirada sepulcral con cierta desconfianza, sus oscuros ojos tenían cierto aire sereno que su presencia se me hacia tan familiar. -Mozart, quiero encomendarte una gran composición- asevero de nuevo el desconocido mensajero. Pero es necesario que te tomes todo el tiempo que desees para terminarla, pero antes viajaras mucho, serás afamado, las cortes te otorgaran distinciones -Sin embargo he de pedirte una sola condición para realizar la obra- replico aquel extraño. -Te advierto no habrá segundas oportunidades mi buen príncipe, este presente que hoy te brindo es único, casi nadie ha tenido el arte ni la gentileza para aceptarlo. Mozart ya no podía mantenerse, su cuerpo ardía en fiebre y su lenguaje se volvía cada vez más confuso. Hermanos míos, Stanzi querido Franz, acérquense más, que ya casi no los logro distinguir. El dolor me redimirá lo sé, he pagado un precio muy caro por mi vanidad. -Maestro díganos cuál fue el destino del misterioso visitante- insistió Franz Antes de que las fuerzas me abandonen, tengo que confesarles mi gran secreto. Mozart continúo su confesión -Aquel hombre de oscura silueta, me pidió que le realizara la más extraordinaria música para muertos. -Quiero que la humanidad entera se conmueva oyendo tus notas y las almas que abandonen este mundo se sientan complacidas y liberadas al oírla… - Eso no es posible -replique - Todo en esta vida es posible Mozart, solo la Muerte nos devela lo que no puede ser- murmuro con tono misterioso - 14 años pasaran querido príncipe, y tu no recordaras nada de mi, tan solo seré un ensueño. Quede atónito, cuando sin querer voltee hacia un lado de la habitación en donde se encontraba un espejo observe con la escasa luz que había, que su silueta no se reflejaba sobre el cristal. -¡No es verdad lo que acabo de ver! -Argumente con sobresalto El corazón se me quería salir, pero el fatídico hombre me tomo del hombro y me dijo serenamente. -Recuerda, dentro de 14 años volveré y reclamare mi encargo- -Pero maestro, ¿Quien era aquel hombre de gris? -pregunto Franz -Que quien era -Asintió Mozart, a punto del desmayo - Jamás lo supe, hasta hace unos meses que toco a mi puerta, y esta vez no irrumpió en mi habitación como si de un fantasma se tratara. - "Un infierno vengador late en mi corazón.", comenzó a cantar, recordando los versos de una de sus mas admirables operas. -Como el me afirmo, “todo fue un sueño”, lo mas absurdo es que todo este tiempo me olvide de su encargo, y ha regresado para reclamarlo. -Wolfi, ¿Qué fue realmente el trabajo que te encomendó? -Pregunto Stanzi, muy impaciente.
-Un Réquiem, un misa para muertos -respondió con los labios lívidos y temblorosos. Mozart pidió nuevamente la pluma y el manuscrito que desde hace varias semanas había comenzado y rápidamente garabateo algunas notas, consumido por el dolor, escribe su ultimo y lacónico verso: “Lacrimosa dies illa quare surget et favilla iudicandus homo reus” (Día de lágrimas aquélen que resurja del polvo para ser juzgado el hombre reo). A la medianoche Mozart estaba consumido por la fiebre sus manos ya no le respondían la trémula pluma que sostenía resbalo de su mano cayendo de golpe al suelo, lo había sorprendido el alba, fue en ese preciso instante que su mirada cambio, ya no era la misma mirada del gran genio vivaz y de indiscutible lozanía, sino la de un alma afligida, que no había podido consumar un importante pedido a tiempo y lo había sorprendido el alba. Todos en la habitación se arrodillaron junto al maestro guardado un profundo silencio. Abrumados por el suceso nadie se percato de la malévola sombra que emergía justo al lado de la cama, nadie logro verla, mientras tanto la oscura visión soplaba sobre el rostro del cadáver, esta comprobó que había muerto. En un extremo opuesto de la habitación una figura similar se deslizaba al mismo tiempo sobre la pared, era Mozart. De lo profundo surgió una tétrica voz. -No me recuerdas mi buen príncipe –dijo la sombría figura Ha terminado el tiempo de la espera, he regresado ha liquidar mi saldo contigo y a demandar mi encargo, y como se que no has tenido la osadía de concluirlo, debo decirte que reclamo tu alma. Las dos figuras se evaporaron en otro tiempo y en otro espacio y se desvanecieron en la noche. 250 años después refieren que el joven discípulo Franz Süsmayer, concluyo la obra del maestro “La misa para los Muertos”, hecho que bien podría ser cierto, ya que como bien lo aseguro el misterioso mensajero, Mozart era el príncipe del olvido, y con certeza el ávido fin de aquel infame ser, era hacerle sucumbir en “olvido”. A pesar de todos los infortunios que lo persiguieron en vida, Mozart logro concluir una elevada obra musical salvando su alma de una conjura perniciosa urdida por la propia Muerte.

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