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LUNARTE

jueves, marzo 08, 2007

UN MAR DE ARCILLA
MIQUEL BARCELÓ (1957 Felanitx, Mallorca) es uno de los artistas plásticos actuales más geniales. Pintor y escultor de proyección internacional valorado prácticamente desde el principio de su carrera (en los albores de los años ochenta) por los más reconocidos expertos del Arte. Un artista de nuestro tiempo, energético, de los que como pocos se han comprometido con la materia: inspirado por la naturaleza, la literatura, la música, el Mediterráneo, los clásicos, el primitivismo y el mismo proceso en sí. Un creador de talento que trabaja intensamente, sumergido en la materia que maneja; de este modo respira y hace la digestión metido hasta los codos en la misma esencia de la pintura o de la arcilla.
Un día, con pasión, el pintor se puso a trabajar la terracota. Mallorca, París, Mali… son algunos de los lugares donde el artista trabaja, y precisamente en el país de los dogones, en Mali, fue donde comenzó Barceló su relación con la arcilla cocida, y así lo cuenta:
Estaba en Banani (Mali) a finales del año 1994, hacía un calor de 50 grados y mucho viento que levantaba arena y polvo, no podía pintar. Por eso, y después de conseguir que una alfarera me preparara la tierra, hice las primeras terracotas. Eran henchidas, macizas, y tenía que cocerlas en un horno a baja temperatura, porque si no reventaban, algunas las cocía al sol. No eran esculturas como las que había hecho en los años anteriores en París con yeso, que tenían un alma de hierro o de madera, y que después pasaba a bronce. El alma de las terracotas era el aire.
Extensamente podríamos hablar sobre las vasijas de Miquel Barceló: formas que partiendo de la alfarería (vasijas, platos, lebrillos, y etc.) rebasan su función utilitaria para conformar objetos de contemplación a modo de “vasos rituales” o esculturas. Mas es nuestra intención detenernos aquí en una sola obra, una obra de titanes, en la que el artista mallorquín ha volcado los estímulos y la experiencia de su relación establecida en los últimos años con el barro (hasta el momento presente seguramente la obra más ambiciosa que ha realizado). Nos referimos al mural creado para la Capilla de San Pere de la Catedral de Mallorca: una inmensa piel de arcilla, una gran «ola de barro», cuyo tema (bajo la inspiración de un fondo marino) ilustra el Milagro Bíblico de los panes y los peces del Evangelio de San Juan. Una obra monumental de aproximadamente trescientos metros cuadrados de arcilla modelada y pintada con óxidos y engobes, y cocida (a una temperatura de 1000 grados C.) para consolidar la materia. Una gran piel trabajada en tres lienzos enteros (de una pieza), cada lienzo del tamaño necesario para cubrir cada una de las paredes (dos laterales y el frontal) de la mencionada Capilla.

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