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LUNARTE: febrero 2007

lunes, febrero 19, 2007

Art is a complex structure of communication, expression, discovery, invention. CARLOS CRUZ DIEZ
Yo no soy ni fotógrafo, ni escultor, ni pintor, ni ceramista, ni literato.Soy un artista que utiliza diversas formas de expresión para crear un lenguaje artístico. GABRIEL OROZCO

lunes, febrero 12, 2007

El hombre de la esquina. El hecho de ser habitados por una nostalgia incomprensible sería, al fin y al cabo, el indicio de que hay un Más allá.
Eugene Ionesco Por: Rosa Esperanza Sánchez Gracia

Afuera la tarde se advertía lluviosa; el cielo tenía un aspecto triste y las nubes grises le daban una expresión pálida y aburrida. Tras el cristal de la ventana observaba las horas que iban y venían. Mientras en el letargo de la espera una sensación de estupor y angustia comenzó a invadir mi cuerpo. Las horas pasaban lánguidas, mis ojos permanecían a la expectativa de la pertinaz lluvia que no cesaba. Como cada tarde me disponía a iniciar el silencioso recorrido por las impasibles calles de la ciudad, la tienda de antigüedades era mi sitio preferido, la tarde parecía apacible sin embargo la lluvia no parecía detenerse, hasta que por fin un rayo de sol asomo por entre las nubes, fue entonces cuando decidí aprovechar la aparente calma y me dirigí con alma alegre y paso presuroso hacia la calle, me gustaba vagabundear libremente imaginando esa sensación que ejercía la ciudad por cada uno de mis poros, era tan emocionante respirar la libertad después de la rutina diaria. Observaba tiendas por todas partes ofreciendo sugestivas y costosas tentaciones a los transeúntes ávidos de adquirir algún objeto que aunque no fuera de utilidad sirviera por lo menos para complacer sus deseos materiales. Repentinamente los latidos del corazón se aceleraron cuando al cruzar la calle justo en la esquina donde se encontraba la tienda de antigüedades lo vi. Me pareció alguien interesante, traía puesto un exquisito abrigo de piel, su cabello poseía una tonalidad brillante, rojiza que le caía hasta los hombros, apariencia que le concedía un semblante único, su mirada misteriosa parecía una mezcla de serenidad y melancolía, justo en ese momento experimente una rara emoción una suerte de placer y asombro, aquel hombre parecìa un joven apuesto, elegante y esbelto su figura era casi divina, sus manos eran delicadamente alargadas y lo que lo hizo más encantador a la vista fue su notable arrogancia y aire seductor, no deje de mirarlo extasiada por unos minutos permanecí inmóvil delante. En mi embelesamiento no me había percatado del simpático y tierno personaje que su lado le hacia compañía. Un conejo de pelaje suave y color pardo con grandes ojos vivarachos, parecía estar atento a la mirada de aquél hombre. Todo parecía tan inesperado, una emoción de posesión me invadía deseaba que fuera mió, el anhelo se hizo irresistible, necesitaba acariciarlo, olerlo, sentir su textura, los colores enigmáticos que reflejaban su rostro y que lo concebían como algo divino, ya lo amaba, tal vez era el hombre que muchas veces permanecía fielmente en sueños. Me inquieto verlo, silencioso como esperando por alguien. Fueron tan solo escasos minutos de aquella maravillosa emoción que experimente.
De pronto unas inesperadas manos aparecieron en el interior de la tienda y lo estrujaron fuertemente llevándoselo lejos. Yo permanecía de pie frente a su imagen, cuando desperté del enajenamiento era demasiado tarde, me dirigí presurosa a la propietaria de la tienda preguntándole por el paradero de aquel hombre que contemple frente al aparador y me respondió con tono complacida que ya tenia dueña, una mujer de los suburbios se lo había llevado a su casa, le pregunte que como se llamaba aquel hermoso cuadro que admire por unos minutos que se convirtieron eternos y me dijo que era conocido como Alberto… Alberto Durero y que quien lo había adquirido estaría sumamente feliz ya que era una replica fiel de la pintura original adquirida en Alemania.
Salí del lugar con una ligera agitación y una cierta tristeza pero con el vivido recuerdo de aquella mirada melancólica. Y desde entonces cada tarde pasó por aquella esquina esperando encontrarlo mientras el corazón sigue latiendo como la primera vez que lo vi.

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